Lars von Trier puede gustar más o menos. Sus fans llevan meses arañándose la cara, esperando lo nuevo que está a punto de salir: Nymphomaniac. Sus detractores juraron que no volverían a ver más una película de este tío, pero en el fondo hay una pizca de curiosidad brillando en sus corazones. Parece que Lars von Trier, este realizador de películas destinadas a un público minoritario y al que —dice— se la suda el mundo entero, está consiguiendo generar en los mortales la ansiedad propia de una persona adicta.
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