La Chastain, la Ginzburg y la Streisand: El artículo determinado y la patada al feminismo

PatadaFeminismo9

A la de tres, como un conjuro recitado frente al espejo: La Chastain, la Ginzburg y la Streisand. Siento un remolino furibundo en el estómago cuando veo el artículo determinado “la” delante de un apellido. Suena como un mal augurio en boca de las hermanas fatídicas: el pasado, el presente y el futuro se confunden. En mitad de ese delirio, creo viajar a una época donde la reputación de las mujeres que se dedicaban al arte o el espectáculo era casi nula. Vedetes, actrices, folclóricas. La Piqué, la Garbo, la Pantoja, la Jurado. Tradicionalmente, a los hombres se les ha llamado por su apellido. Desde el colegio, de pequeños, hasta el día en que desempeñan una carrera profesional: Gutiérrez, Machado, Berlanga. A las niñas, por su nombre de pila. Es por eso que cada vez que escuchamos un apellido generamos inconscientemente una imagen masculina.

Me voy a meter en el berenjenal de teorizar sobre cuestiones filológicas de las que tengo una vaga idea, pero trato de entender por qué me molesta tanto, porque a pesar de que la RAE considere su uso como algo “habitual” (aunque no especifica si lo considera correcto), yo no me acostumbro. Si el uso del artículo delante de un nombre de pila es un vulgarismo, delante de un apellido también (incluso más, diría). Resta rigor y respeto hacia esa persona. Desprestigia y sugiere una cercanía o un tono cariñoso que no procede y está fuera de lugar. Yo lo uso cuando hablo de cine con una cerveza por delante: el Dolan, la Sofía Coppola y el Woody Allen. Porque los quiero mucho y en mi ámbito privado hablo todo lo mal que estimo conveniente. Su uso está extendido, popularizado y normalmente tiene connotaciones afectivas. Pero el traslado de esta práctica coloquial a los medios de comunicación resta profesionalidad.

Si en algún momento de la historia (Pleistoceno, pongamos) se comenzó a usar el artículo determinado “la” para diferenciar los “apellidos femeninos” de los “masculinos” y no dar lugar a “malentendidos”, este apaño, esta ocurrencia para subsanar tal “problema” de confundir a un hombre con una mujer, hoy cada vez tiene menos sentido (y puede solucionarse de otras maneras, como diré en el caso Ginzburg).

El primer ejemplo que pongo es el de Jessica Chastain. Esta noticia es de noviembre de 2015 (desde entonces vengo rumiando la idea de escribir este artículo), y fue publicada en la revista Fotogramas (el equivalente a Pronto dentro de las revistas de cotilleos: ni muy seria ni muy chabacana).
LaChastain

Parece que a la hora de referirse a ella es “lícito” poner el artículo delante de su apellido (por el tema ya comentado: la aceptación popular), pero a pocas palabras se menciona también a Dolan, y suena como si ella fuera alguien de menor importancia, su amiga del instituto (o la nuestra) en relación con él.

El segundo caso es el que más me impactó, porque tengo la impresión de que en el mundo artístico a las escritoras se las respeta un poco más que a las actrices y cantantes (ya que están menos expuestas al público). Y porque imagino que quien escribe sobre escritoras escribe (supuestamente y valga la redundancia) mejor, o con más cuidado.
LaGinzburg

Es curioso que la autora del texto destaque que en “los primeros tiempos” a Ginzburg “intentaron minimizarla al recluirla con desprecio en el gueto femenino”, para luego referirse a ella como la Ginzburg (ninguneo al cuadrado). En este ejemplo no tiene sentido poner el artículo determinado, porque a estas alturas del texto ya sabemos que Ginzburg es una mujer, una escritora. Ginzburg, a secas, no llevaría a ningún tipo de confusión (si es que fuera grave). Desde mi humilde proceder, siempre que cito a una mujer o a un hombre en un artículo —sea de la profesión que sea—, la primera vez escribo su nombre y apellido, y la segunda vez me permito usar el apellido. Confío en que el lector tendrá suficiente memoria.

Por último, la Streisand. Esta vez en un informativo de Canal Sur. Y poco más que añadir, me parece igual de irrespetuoso. Lo escucho y automáticamente se genera un escalón, una desventaja imaginaria.

La frase en cuestión: “El actor malagueño y la Streisand interpretan a dúo Take me to the world

Me pregunto si soy la única a la que esto le suena mal, si de verdad suena mal, o soy demasiado susceptible. Pero al rato pienso que el lenguaje no es ninguna tontería, que también es discriminatorio cuando se usa sin cuidado, por inercia, porque “todo el mundo lo dice así”. Esta sensación de que ella es “la” y él es su apellido reluciente e impoluto, me aleja mucho de la idea de igualdad. Me hace pensar en la inutilidad del apellido de la mujer, que no vale nada, porque acaba desapareciendo.

 

 

La Chastain
http://www.fotogramas.es/Noticias-cine/Xavier-Dolan-dirigira-a-Jessica-Chastain-en-The-Death-and-Life-of-John-F.-Donovan

La Ginzburg
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/natalia-ginzburg-centenario-reediciones-influencia-5255545

La Streisand Minuto 47:30 (final del vídeo)
http://www.canalsur.es/television/programas/canalsur-noticias/detalle/36.html?video=989305,989385

RAE

  1. Uso con Antropónimos
    En todo el ámbito hispánico es habitual que los apellidos de mujeres célebres vayan precedidos de artículo: «La Caballé preparó un recital “no demasiado largo”» (Abc [Esp.] 14.10.86).

http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=8Tu5qHMtQD63wEn6zW

 

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