«La Reconquista», estrategias de usar y tirar

Artículo publicado en Novemagazine 9/10/2016 

Fotograma_de_La_Reconquista_Jonas_Trueba

 

Cada vez que me enfrento a la valoración de una obra me pregunto si miro con mayor benevolencia aquellas que me entusiasman de antemano. Confieso que soy muy fan de las películas de Jonás Trueba, y después de reflexionar desde la admiración y mi posible falta de criterio, quiero pensar que, precisamente, cuando se tienen mayores expectativas, más aumentan las posibilidades de salir decepcionado. Existe una exigencia previa, inconsciente, una posición desde donde el espectador espera ser reconquistado. Y creo que si por algo La Reconquista convence y reafirma la mirada de Jonás Trueba es porque no pretende alcanzar ni demostrar nada. Sus películas se declaran imperfectas en vez de iniciar una exhibición artificiosa; y son las dudas, los silencios y los salvavidas efímeros quienes finalmente rescatan al espectador de su propia cerrazón ante la vida.

La Reconquista se rebela contra las fórmulas establecidas, como ya venían haciendo sus antecesoras, y reconoce la inutilidad de las estrategias: esas que de poco sirven y a menudo fallan incluso antes de ser utilizadas. Aún así, en la última película de Jonás Trueba es posible reconocer ciertas pautas que evidencian un retorno a lo seguro: el recorrido de caminos inesperados que se presentan inciertos son siempre una constante (“Los exiliados románticos” es la más física de ellas). La búsqueda de la estabilidad en lo inestable es la herencia que reciben unos personajes de otros: desde Ramiro y Andrea, hasta llegar a Olmo y Manuela; quienes de nuevo se mueven entre la aceptación y la inconformidad; la parálisis y el baile improvisado.

La madurez de Jonás Trueba como cineasta atraviesa la misma fase que Manuela y Olmo al llegar a la treintena. A pesar de que ellos tengan la sensación de ser “siempre principiantes”, lo cierto es que para llegar a esa conclusión han tenido que andar y volver al inicio muchas veces, hasta ser conscientes de ese eterno retorno. Sus protagonistas, aunque se muestren inseguros, han aprendido a caminar apoyándose en aquello que una vez les hizo vacilar. Reconocer que lo aprendido rara vez sirve y saber despojarse de ciertas garantías es algo difícil de conseguir.

 

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