Artículo publicado en Novemagazine con motivo del 26 Festival de Cine Fantástico Universidad de Málaga
Decir que la última de Nicolas Winding Refn (director de Drive) es un retrato de la dictadura de la moda, o que la película es una sucesión de fotogramas vanos y preciosistas es sacar conclusiones muy vagas. Pensar que The Neon Demon es solo una crítica a la frivolidad y la tiranía de la belleza es quedarse en la superficie. Pero como esto depende de quién la mire, para mí The Neon Demon no habla de la belleza física, sino de todas las bellezas. La belleza encarnada —la femenina en este caso, la prototípica—, es una excusa. Una alegoría del ideal de ideales, de la búsqueda de la belleza en cualquier ámbito y el camino decepcionante, corrupto y tenebroso que conduce a ella. Y también de los obstáculos que la pureza encuentra: depredadores, embaucadores, envidiosos y un largo etcétera.
No solo en el mundo de la moda (que como ya digo para mí es una excusa utilizada por el director para representar situaciones propias de cualquier ámbito), sino también en el arte, en los negocios, en la política y el día a día, donde conviven la carne fresca y el canibalismo. Y por encima de la batalla se erige algo en común: el ideal de belleza y la lucha constante por alcanzarlo mediante la transformación.
Los espejos son fundamentales en The Neon Demon: en ellos sus personajes se buscan, se reconocen y evolucionan; o por el contrario quedan atrapados para siempre en el laberinto de la vanidad propia. De este modo, veremos a Jesse (la protagonista) crecer y desdoblarse como lo haría Natalie Portman en Cisne negro; la joven insegura y de mirada asustadiza que observa su apariencia en el espejo acaba regodeándose en su propia imagen (o más bien, en el efecto que esta provoca). Pues el reconocimiento de los demás alimenta ese hambre por seguir en la búsqueda (medio mística, medio denigrante) de lo sublime.
Jesse busca perpetrar su vocación: aquello que, dice, es lo único que se le da bien (aunque en realidad quiera decir que es lo único que la hace feliz). “La belleza no lo es todo, es lo único”, dirá uno de los personajes en una conversación que resulta clave. La belleza como aspiración, tiene múltiples representaciones. Y cada cual la persigue de diferentes maneras, convirtiéndose, en ocasiones, en el único motor.