«¡Devuélveme mis fotos!»: La historia del niño con patines en la que nunca debí inmiscuirme

Hace una semana escribí: “El edificio en el que vivo nunca deja de sorprenderme”. La foto de un niño con patines y una planta de la que colgaban cintas de colores y huevos de pascua me hicieron fantasear sobre la bondad de mis vecinos. Una semana después, vuelvo a decir que el edificio en el que vivo nunca deja de sorprenderme, pero esta vez, lanzo la afirmación con matices de thriller comunitario al estilo Álex de la Iglesia. La historia de la foto en blanco y negro del niño con patines en la que nunca debí inmiscuirme comenzó como ya dije.

El domingo, 21 de abril a las 12.38 del mediodía descubrí en la entrada de mi portal esto:

Una instalación que me hizo sonreír y rechazar mi país, mi ciudad, mi barrio y el bloque en el que vivo en Málaga, donde el vandalismo es el medio a través del cual la gente se expresa mejor y con más frecuencia. Cegada por la efervescencia decorativa, compartí las fotos en Instagram y Facebook, acompañadas de un texto en el que evidenciaba mi admiración por un ente invisible formado por espíritus de valores platónicos.

El lunes, 22 de abril, apareció junto a la fotografía del niño con patines otra foto que acrecentó mi simpatía:


El martes, 23 de abril, ya no estaba el jarrón, y además, alguien había despegado las fotos y las había puesto sobre el mueble. Descubrí que eran postales, y que la imagen del niño con patines es tan famosa que incluso circula por Internet en forma de meme.   

El miércoles 24 de abril alguien las volvió a poner.

El jueves 25 de abril alguien las volvió a quitar.

El viernes 26 alguien las puso por la mañana y por la tarde alguien las quitó.

Quise mediar de alguna manera en ese partido de tenis en el que las fotos iban del muro a la estantería y de la estantería al muro. Escribí una nota en inglés, pero usé boli de tinta rosa y dibujé un corazón al final, para que se vislumbraran mis buenas intenciones en caso de que no me entendieran.

Horas después alguien había escrito en eslovaco: “En Eslovaquia se habla eslovaco”, y había pegado de nuevo las fotos.

Mi corazón se partió en mil millones de pedazos al interpretar, de manera inconsciente, que la persona que había puesto las fotos, a la cual yo quise expresar mi apoyo, era una puta xenófoba y me había mandado a tomar por culo. Era, igual o más malvada, que aquella que arrancaba las fotos.

Así, el sábado, amanecí con el ánimo aún ametrallado de tristeza y odio. Sentimientos hasta entonces colaterales que me impactaron de lleno al intervenir. Pensé en contestar la nota, pensé en escribir “Fuck you” en eslovaco. Lo medité bastante, porque normalmente mi respuesta ante el odio es la indiferencia. Luego Magui me sacó el tema, que yo me había callado todo el día para intentar olvidarlo: “¿Cómo se puede ser tan nazi?”. Yo necesitaba refuerzos para continuar la batalla y a ella le pareció buena idea lo del “Que te jodan” en eslovaco. Por suerte o por desgracia, cuando volvimos al escenario de los acontecimientos, esto es lo que había:

Nada. Ya no podía contestar. El sábado 26 de abril la persona que quitaba las fotos las arrancó definitivamente y se llevó la nota. 

Domingo 28 de abril, alguien volvió a poner una foto y escribió en eslovaco: “¡¡DEVUÉLVEME MIS FOTOS!!»

El lunes 29 de abril por la mañana alguien arrancó el cartel.

Me pregunto qué pensarán estas dos personas, si realmente quien leyó la nota en inglés cree que yo estoy quitando las fotos porque no entendió nada (me siento extrañamente aludida al relacionar mi nota de tinta rosa con esas flores del mismo color). Quizá una cuarta persona intervino escribiendo que en Eslovaquia se habla eslovaco. Quizá con mi intervención he provocado que la guerra se avive, de manera insospechada e inintencionada. O al menos, esta se torne más divertida. 

El lunes 29 de abril al mediodía alguien añadió dos fotos con mensajes en inglés y alemán.

Ahora resulta que la persona a la que llamé “evil” y sabe que la llamé “evil” se ha tomado la revancha contestando con dos postales en idioma no eslovaco para joder a la primera. Estoy confusa. La persona malvada me ha hecho justicia. Estas dos postales llevan un «QUE TE JODAN» muy fuerte, implícito e inteligente. A estas alturas debería saber que nunca nadie es bueno ni malo, como en cualquier thriller policiaco de manual. Ahora resulta que estoy de parte quien arranca las fotos. Aunque quizá es una manera indirecta de inculparme, para que la persona xenófoba se confunda y piense que la vándala soy yo.

Hoy es martes 30 de abril y todo sigue igual que ayer. Estoy segura de que la historia continuará, pero me parece este un cierre oportuno. De todos modos, seguiré informando si finalmente alguien muere y yo salgo viva.

 

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