Yo tenía ocho años cuando supe que era gorda. Hasta entonces no lo había imaginado siquiera, y eso que me gustaba mucho mirarme al espejo (porque gorda no era, pero presumida sí). Mi profesora de primaria propuso hacer un ejercicio que venía en el libro, teníamos que contestar uno a uno, en voz alta, la siguiente pregunta: “¿Eres grueso o delgado?”.